lunes, 22 de junio de 2015

QUÉ ES EUROPA



En el año 2006, y cuando Bulgaria se incorporaba a la Unión Europea, le preguntaron en una entrevista a su primer ministro, Simeón de Bulgaria, qué podía aportar su país a la comunidad europea. En un ejercicio sublime de sabiduría y razón, él contestó concisa, pero acertadísimamente, "espiritualidad". Añadió además que no hay que olvidar que la UE no es solo una unión económica, es mucho más.

Esto es lo que se ha olvidado y jamás debió de suceder. Que la Unión Europea es mucho más que una unión de mercado. Todos los mandatarios y organismos europeos que acosan a Grecia, la humillan y amagan con su posible salida por las enormes dificultades económicas que presenta, olvidan que si Bulgaria pudo aportar y aportó al espíritu de la Unión, Europa no sería nada sin Grecia, sin su pensamiento filosófico clásico, sin su civilización, sin su cultura. Europa no puede concebirse sin Grecia, y sin ella, no es Europa. Pasaría a ser un holding internacional de empresas-Estado desprovisto de la más mínima naturaleza humana.

Esto es lo que hay que evitar, la desnaturalización y deshumanización de las cosas. A este extremo hemos llegado por anteponer el dinero a la persona, por abandonar el espíritu y el alma, por renegar de lo que Europa y Occidente encarnan. De ahí nuestra desgracia como sociedad y nuestro declive europeo como potencia a favor de la barbarie oriental. Ni somos China, ni somos la India. Somos occidentales y somos europeos. De ahí que cuando entramos en su juego del todo vale con tal de producir y hacer fortuna, no seamos capaces de igualarlos. Porque en Occidente se sabe trabajar, pero sobre todo, se sabe vivir como viven las personas. Nuestra cuna es la literatura, el pensamiento, el arte, y en definitiva, el humanismo; que han sido postergados en favor de la cuenta de resultados y del capital global, los cuales no conocen de todas estas cosas que nos son propias.

Unas sociedades europeas y occidentales fecundas y prósperas, pasan ineludiblemente por reencontrarse con nuestras raíces y saber lo que somos, quiénes somos y qué queremos, es decir, nuestra identidad. Reponer a la persona como eje central de lo que debe de ser todo lo demás, incluidos por supuesto los poderes económicos. Recuperar la dignidad de los pueblos y naciones de Europa, que están siendo, como el griego, aplastados por una nueva invasión bárbara y despiadada, la del todopoderoso capital y la deshumanización.

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