lunes, 28 de diciembre de 2015

SÓLO SÉ QUE NO SÉ NADA



Tan socrático proverbio me lo aplico desde el momento y hora en que los dirigentes de Podemos han afirmado que no es posible el no entender que España es un Estado plurinacional. Y quién soy yo, en mi modesta condición, para contradecir a tan brillantes mentes, pensantes, que nos enriquecen con estas dadivosas aportaciones al acervo de la concepción del ser patrio. Lástima no haber comprendido hasta ahora la verdad de la antiquísima nación de Murcia, ignorar la protohistoria madrileña, y también, y cómo no, la imperdonable desatención a la realidad de esa nación de Cataluña, otrora condado aragonés.

La plurinacionalidad del Estado español ha sido también torpemente inadvertida por el PSOE, el PP, Ciudadanos y la mayoría de los partidos no independentistas. Sin embargo, y dada su indiscutible clarividencia, no albergo género de duda alguno en que este ingenioso juicio pronto germinará en la conciencia común, y cuando el pueblo, sabio por demás, vaya escuchando lo de “España es un Estado plurinacional”, rápidamente contestará, “sí, claro, por supuesto”. Porque la inestimable contribución de Podemos, además de muy cabal, es muy vanguardista, que es lo que ellos proclaman y ejercen. De todos es sabido que además de las Reinas Magas lo auténticamente progresista es dividir y no unir, separar y no aunar, y al fin, primar las diferencias de unos sobre los otros. Menuda hazaña la que hoy relato. Siglos de historia, gobernantes, filósofos y demás pensadores superados ipso facto por tan lapidaria “España es un Estado plurinacional”. Queda dicho.
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Quizá, cabría reconocer por último, que después de tan agobiada existencia en que los recortes, el paro o el empleo de ínfima calidad, los desahucios, la corrupción y demás preocupaciones, en Podemos, hayan hecho el esfuerzo de anteponer el referéndum en Cataluña por el bien intelectual y espiritual de todos los ¿españoles?, que al fin y a la postre no sólo de pan vive el hombre. Cómo contravenir los dictados del Aló Presidente vallecano, que tan ímprobo esfuerzo realiza al aparcar a su más disgustada gana, sus ansias de justicia social, para alumbrarnos con tan alta y magistral idea. Si acaso, achacar una censurable falta de oportunidad a los periodistas y demás personas presentes en el momento de tomar nota de tales declaraciones, al no acercarse acto seguido ninguno de ellos a su autor y decir, “toma esta moneda y cómprate un bollo”.

lunes, 21 de diciembre de 2015

SUSPENSE



Un Partido Popular que ha ganado las elecciones de forma pírrica, un Partido Socialista Obrero Español muy castigado y que ha de continuar su travesía por el desierto, un Podemos que recoge generosamente al otrora votante socialista y al escarmentado por la crisis así como simpatías nacionalistas, y un Ciudadanos que igualmente irrumpe con fuerza en el Congreso de los Diputados a costa del desencanto en el Partido Popular. Nada más. No sabemos quién o quiénes asumirán la responsabilidad de formar y ejercer gobierno. España ha pasado a ser muy distinta de lo que hasta ahora conocíamos. El PP de Mariano Rajoy ha experimentado un bofetón tremendo, a la altura del perturbado de Pontevedra, con una pérdida de representación que podemos justificar en el coste de los recortes, la impávida actitud de su Presidente, los escándalos de corrupción y la frustración de sus votantes. El PSOE queda muy tocado porque no ha sabido volver a encandilar a la sociedad española y su líder está contra las cuerdas, desangrándose por su flanco izquierdo (Podemos) y también, en cierto modo, derecho (Ciudadanos). El bipartidismo ha muerto. Ni el PP de la mayoría absoluta de Rajoy, ni mucho menos el PSOE, con unos resultados más pobres que nunca, tienen motivos para sentirse satisfechos en modo alguno. El protagonismo lo ostentan Podemos y Ciudadanos. Más el primero que el segundo por motivos de representación y también por saber qué es lo que harán ahora, que es donde está la incógnita. Una coalición que desaloje al Partido Popular de La Moncloa pasa necesariamente por Podemos. Pero en definitiva, el mensaje es que España quiere reforma, abandonar la senda que hasta ahora transitaba, ¿hacia dónde? Esa es la incógnita por despejar. Desde luego lejos de la corrupción, los recortes y el ordeno y mando. Luego se verán los resultados, pero la voluntad es manifiesta. En cualquier caso, y como última reflexión, me quedo con el aserto atribuido al emperador romano Marco Aurelio Caro, de gran utilidad para lo que está por venir: La sabiduría es el arte de aceptar aquello que no puede ser cambiado, de cambiar aquello que puede ser cambiado y, sobre todo, de conocer la diferencia.

lunes, 14 de diciembre de 2015

GASEOSA CALENTORRA



No me gusta la gaseosa calentorra, y menos si me la sirven en un vaso de plástico con algún que otro mosquito flotando en ese caldo, porque una vez que me la bebo, me deja la boca pastosa, las babas espesas y una sensación desagradable en el estómago además de no aplacar la sed. Tampoco me gusta que me digan que solamente hay de beber esa gaseosa, porque no es así; también hay agua, vino, refresco, cerveza, etc. La gaseosa calentorra, además, no me la pueden vender como si encima se tratase de un gran champán, porque no tienen nada que ver. En definitiva, aunque esa gaseosa calentorra que puede beberse, evita la muerte por deshidratación, ¡sigue siendo eso, gaseosa calentorra!

Pues bien, llegados a este punto de efervescencia de la campaña electoral en que la primavera propagandística nos rocía de los pólenes y los aromas de los distintos partidos, a los votantes nos llegan los mensajes para inducir nuestro voto, y como con la gaseosa, tampoco me gustan los que me dicen que o bebo de su gaseosa calentorra servida en vaso de plástico o me muero de sed. No me gusta esa gaseosa que me ofrecen a beber, en forma de bajada de impuestos cuando me los han subido antes, no me gusta que me digan que van a crear empleo cuando lo han destruido y el que crean es de ínfima calidad, no me gusta que me digan que van a defender lo público cuando han encarecido la educación y menoscabado la sanidad pública, no me gusta que me vendan una España a salvo de separatistas cuando han pactado con ellos y no son capaces de frenarlos, no me gusta que me ofrezcan regeneración democrática los que no van a los debates "porque así ha sido siempre" y no me gusta que me hablen de experiencia cuando se esconden detrás de un televisor de plasma. Y sobre todo, no me gusta que me digan que o los voto a ellos o me quedo sin esa gaseosa calentorra que me han estado procurando, porque no es verdad.
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No sé si me negaré a beber de brebaje alguno o trataré de probar otras bebidas, que pueden saber mejor, igual o peor, pero sé que si sigo bebiendo de la gaseosa calentorra que me han estado ofreciendo durante este tiempo voy a seguir saboreando la misma sensación desagradable y quedándome con la misma sed.