martes, 14 de enero de 2014

UNA DEUDA GENERACIONAL



En un reciente estudio elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud realizado a jóvenes de 18 a 24 años se desprende que el 48,6% de los jóvenes españoles de ese rango de edad aceptaría cualquier trabajo, en cualquier lugar y aunque tenga un sueldo bajo. Asimismo, el 84,9% considera muy o bastante probable tener que trabajar en lo que sea y el 61,7% considera igual de probable tener que irse al extranjero. Estos datos son fiel reflejo de lo que vemos en nuestra propia casa, nuestra familia o nuestro entorno, y revelan la situación de falta de empleo por la que atraviesan los jóvenes en España, pero lo más importante, señalan la existencia de una desesperanza acuciante que ha desembocado en una triste resignación y asunción de una realidad de rostro arisco e inmisericorde que está dando al traste con las legítimas aspiraciones de quienes ninguna culpa tienen de estas circunstancias.

Más bien al contrario, hay toda una generación a la que le fue transmitido el siguiente mensaje, “estudia para labrarte un buen trabajo, algo de provecho”. La juventud ha estudiado para lograr esta promesa, pero hecho el esfuerzo no ve el resultado. El paro y la precariedad laboral son pandemia en la sociedad española, pero castiga con especial saña a los jóvenes, también a los que cuentan con un nivel de estudios universitarios o superior. No hay trabajo, y en el mejor de los casos, aquel que lo encuentra raramente lo ve corresponderse con aquello que podía esperar debido a su preparación. Partiendo de la base de que todas las profesiones son igual de dignas y respetables, tenemos médicos o juristas que ejercen de dependientes de grandes almacenes o camareros; o ingenieros, que deben huir al exterior en busca de una oportunidad para desarrollarse profesionalmente, por citar algunos ejemplos.

Esta encrucijada constituye la mejor forma de tirar a la basura años de formación de buenos profesionales así como el coste generado a la administración en esta educación. Más aún, la frustración de unas esperanzas puestas en poder llevar una vida cómoda o al menos digna. Igualmente, no sólo los jóvenes afectados por el desempleo han sido los grandes perjudicados por la coyuntura económica, sus padres, artífices mediante su sacrificio de que sus hijos hayan podido estudiar, querían para ellos una vida y profesiones que ahora se les niegan. La desilusión es doble.

No puede pedírsele más a esta juventud, la crítica está justificada. Sería erróneo incluso achacar a la cuestionada calidad de la educación en España el origen de este problema, han sido instruidos en la educación que previamente se ha planificado por quien la imparte.

Así, volviendo al título de este artículo, hay una deuda cierta, real y de obligatorio cumplimiento con toda una generación, esa de la que habla el estudio dicho y que está en peligro de arrastrar de por vida las consecuencias del paro y la precariedad laboral, una vida supeditada a estas condiciones. Por eso, si alguna vez remonta la situación económica en España, se tendrá que hacer justicia con esta juventud que todavía espera lo que legítimamente se le debe.

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