lunes, 25 de enero de 2016

PALABRAS



El don de la palabra ha sido y es una virtud reservada a muy pocos, a los que por su aptitud y por el cultivo de la disciplina de la oratoria, han sido agraciados con la relevancia que el empleo de su verbo ha hecho famosos. Sin embargo, para que el fluir de las frases que conmueven las pasiones de quienes las escuchan tengan su resonancia en las mentes y los corazones a los cuales van destinadas, no basta con que el mensaje venga envuelto en la estética y la potencia sublimadora del sentimiento, sino que además se hace necesaria una moraleja, un sentido y un buen fin del enunciado, porque de lo contrario, el resultado se antoja desdeñoso y el desdoro a tanto halago torna en vana retórica.

Honorables vocablos como diálogo, igualdad, participación, solidaridad, entendimiento, consenso, democracia, libertad… son términos de los que a fuerza de haber practicado históricamente, y a nuestro pesar, lo contrario, hemos aprendido todos ellos están netamente dotados de irrevocable provecho en aras del bien común. Pero cuando estos nobles y elevados méritos del hombre son utilizados con ligereza y sin reparar en la envergadura simbólica que poseen, y lo que es peor, cuando son empleados por aquellos que los degradan a la bajeza del eslogan, pierden todo su contenido quedando vacíos de significado. Tanta protección ha merecido la palabra que incluso por fe y creencia se prohíbe pronunciar el Nombre y tomarlo en vano, y otras, han quedado reservadas a los iniciados y maestros. Y es que su valor es preciado.

lunes, 18 de enero de 2016

UN PRESIDENTE CATALÁN EN ESPAÑA



Albert Rivera debe de ser el próximo Presidente del Gobierno. Da igual que no haya sido ni mucho menos el partido más votado. Tampoco gana siempre al fútbol el equipo que mejor juego hace. ¿Y por qué Rivera? Porque lo más urgente de atajar ahora mismo es el independentismo catalán y la quiebra, nefasta, que representa Podemos. Ahora que Patxi López ha sido investido presidente de las Cortes, no habría contundencia más tenaz que la de un presidente del Gobierno catalán y un presidente del Congreso vasco que les dieran un portazo en las narices a todos los enemigos de España. E igualmente, no habría contestación más feroz al derribo del Estado que trae consigo Podemos, que la del saneamiento del mismo por una fuerza política, de nuevo cuño también, y con aires regeneracionistas pero no revolucionarios, que podría ser Ciudadanos. Es decir, Rivera no ha de ser el presidente del Gobierno tanto por sí mismo, sino por el valor estratégico y de simbolismo que tiene.

Además de todo esto, Rivera y Ciudadanos pueden igualmente simbolizar el punto de equilibrio entre Partido Popular y PSOE, lo cual no quiere decir ni mucho menos que en este estado esté la virtud, ni que PP o PSOE ni Ciudadanos, ni todos ellos juntos sean la panacea ni la solución a los problemas que nos abordan. Pero sí, que dentro del escenario que se nos plantea, sea esta quizá la fórmula menos gravosa respecto de las posibles salidas que podemos tener, o si acaso, la vía más práctica de las que se pueden escoger, ya que al fin y al cabo tenemos que sujetarnos a lo que hay.
Sin embargo, y en la medida en que tales premisas fueran ciertas, ¿cómo es posible que Rivera sea capaz de concitar los apoyos socialistas y populares? Ciertamente es difícil, y ello, por el consabido egoísmo y partidismo que preside, más que el bien común, la forma de guiarse de los partidos en general y de estos dos en particular. Más lo dudo aún del PSOE y sus cuatro, cinco o seis enanitos que necesitaría de comparsa para la chirigota de gobierno que podría resultar de ahí; pero tampoco veo que el PP mueva ficha siendo el más interesado en llegar a un acuerdo para formar gobierno, como si la cosa no fuera con ellos y en la manera y el modo de hacer las cosas de Mariano Rajoy, pensara que el formar gobierno vendrá con el mero paso del tiempo sin nada más que hacer.

lunes, 11 de enero de 2016

TOCA MOVER FICHA



Nos dice el sabio refranero español que “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”, y aunque ni Artur Mas es vecino de Rajoy, ni se deja barba, Mariano bien que la lleva y se la pueden pelar muy a su disgusto como al catalán, que ha tenido que hincar la rodilla y orillarse a la cuneta para desbloquear la investidura de la presidencia de la Generalitat. Los separatistas van en serio. Si alguna duda quedaba acerca de si todo este guirigay era una pantomima o por el contrario era una amenaza cierta, se han despejado ya a la vista de que el independentismo inmola en la mesa de sacrificios a su elegido con tal de alcanzar lo que pretenden.

Bien hemos visto entonces que tienen un objetivo claro, romper España, pero ¿y los que están para defenderla? ¿Lo tienen igual de claro? ¿Serán capaces de asumir algún sacrificio para ello? ¿Podría Pedro Sánchez asumir que no ha ganado las elecciones y tiene que dar su brazo a torcer? ¿Comprenderá Pablo Iglesias que para independentistas ya los hay y mejores que él? Y sobre todo, ¿estaría dispuesto Mariano Rajoy a dar paso a otro candidato con tal de formar gobierno?
PLAY

No deberían de tardar ni un segundo más los protagonistas de estas incógnitas en despejarlas, puesto que desde hoy mismo ya hay un gobierno en Cataluña que está dispuesto a lo que sea con tal de ocasionar un daño moral y material irreparable. La espera se está haciendo insidiosa y exasperante y solamente Ciudadanos se muestra proclive al acercamiento de posturas frente a un Partido Popular aferrado a su pírrica victoria, a un PSOE que no entiende las claves de su decadencia y maquina como puede para tapar sus vergüenzas y un Podemos que quiere defender sus postulados desde el cerro.

En este momento la política nacional está más falta que nunca de generosidad y de altura de miras, y no es inconveniente esa fragmentación del Congreso, porque si de verdad hay voluntad, cuantos más sean los partidos políticos que le digan no al nacionalismo catalán, mayor será la fuerza y el respaldo de la negativa y más duraderos serán sus efectos. Ciertamente, hay una buena oportunidad de dar carpetazo a todo esto. Pero claro, es necesario también, al menos, estar igual de espabilados y mostrar el mismo interés con el que se están empleando al otro lado. Qué menos.