lunes, 1 de junio de 2015

HUMILDAD Y REFLEXIÓN



Cuando desde el Partido Popular, y especialmente desde el Gobierno, inquieren acerca de las causas de la debacle electoral y de poder acaecidas el veinticuatro de mayo, deberían de ser estas y no otras las pautas a seguir si verdaderamente desean recuperar algo del paupérrimo crédito que actualmente ostentan.

Humildad, para comprender que en su modo de hacer las cosas al frente del gobierno, ha faltado mucho, muchísimo corazón. El ciudadano necesita sentirse amparado por sus dirigentes, y frente a esto, lo único recibido ha sido un aluvión de cifras macroeconómicas, desacompasadas aún con el día a día de la calle y que poco o nada encandilan al votante. Humildad también, para reconocer que el tiempo en que las decisiones de gobierno se tomaban desde la sede de la calle Génova, se acabó. Hoy, ese modo de legislar ha sido sustituido por el entendimiento a dos, tres, cuatro y más interlocutores políticos.

Y ahora viene la reflexión. Una reflexión muy profunda para aclarar el porqué de estos resultados. Lo primero, la corrupción. Poco castigada por el votante, pero, ¿acaso pensaban en el Gobierno que es totalmente gratis? La respuesta es no. Solo una semana después de las elecciones municipales y autonómicas, ya estaba detenido por corrupción el Delegado del Gobierno en Valencia. Hecho este último que conduce a otro, y es el miedo que han intentado sembrar desde el Partido Popular hacia las formaciones llamadas emergentes. La reflexión se impone por sí sola, y es que si no hubiese habido tanta corrupción en sus filas, y si no hubiera habido tanta falta de corazón en sus reformas, ningún populismo, ningún salvapatrias sería abrazado por los españoles a modo de último recurso. Deben de meditar, que si hay personas que votan a esos populistas y a esos salvapatrias, es porque ellos, el PP, los ha creado. Por último, más reflexión, una mirada severa y crítica hacia lo que han hecho con sus votantes. Estos últimos son los que han pasado justa factura por sus subidas de impuestos, por su cobarde actitud y tibieza hacia el independentismo catalán, por su seguidismo acomplejado con las políticas socialistas de ingeniería social. Y a todo esto, añadir el nulo favor que les hace insistir en métodos de funcionamiento interno como partido, muy superados ya por todos sus adversarios como en algo tan esencial en nuestros días como unas primarias o democracia interna. Sin embargo, Rajoy está cómodo y tranquilo. Veremos hasta cuándo.

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