martes, 1 de abril de 2014

CARTAS EN BLANCO



El cultivo del género epistolar en la política giennense está causando furor, y es que a las ya habituales y hasta cotidianas cartas de alcaldes del PP a la presidenta de la Junta de Andalucía, ahora se suma el PSOE de Jaén. Perseveran en rescatar del desuso y el olvido a la tradicional carta, tan personal, íntima, directa.

De este modo, "exigen" a Rajoy el mejor trato para Jaén de entre las medidas que pueda adoptar el Ministerio de Hacienda. Prosa, eso sí, que a pesar de la exigencia hecha, término tan tajante; ha sido redactada con "respeto pero firmeza", subrayan los socialistas.

Pero, si la contestación del presidente del Gobierno a la carta del PSOE de Jaén armoniza con la dada por la presidenta de la Junta de Andalucía a las misivas de los alcaldes populares de nuestra ciudad y provincia, aventuro un corto recorrido a las pretensiones socialistas de exigir para Jaén esos beneficios del Ministerio que a la sazón encabeza el paisano Montoro. Susana Díaz, a pesar de haber sido encartada hasta en veinte ocasiones por los primeros ediles del PP de la provincia a fin de mantener una reunión sobre la problemática de Jaén, a día de hoy, ni les ha contestado ni se ha reunido con ellos.

Por este motivo no acierto a comprender esta profusión de correspondencia. Quizá sea porque lejos del objeto que cabe esperar de tan loable tarea comunicativa, el fin último no sea otro sino que sabedores los remitentes de la escasa consideración que puedan recibir de los destinatarios, tener de este modo pretexto suficiente para justificar la falta de soluciones a los problemas, achacándolos a terceros.

Tiempos paradójicos estos en que por los propios representantes políticos se nos convence con tanta generosidad de las bondades del diálogo y la lealtad entre las instituciones y el necesario entendimiento para la solución de los problemas de los ciudadanos, y que traducidos dichos propósitos a la práctica, solo encontramos un torrente de reproches, acusaciones y omisión de la más mínima comunicación entre ellos como ha quedado demostrado. Escuchamos a menudo lo predispuestos que se encuentran al diálogo entre administraciones o con otros representantes políticos e interlocutores, pero la verdad es que no existe, o es excepcional, un ejercicio constructivo en aras a la tarea que tienen encomendada, que no es otra que la defensa del interés común, porque desde las instituciones públicas de gobierno no cabe el partidismo.

El origen de todo esto lo encontramos en que es mucho más fácil y cómoda la confrontación y culpar al otro de los problemas, que asumir las propias responsabilidades y devanarse los sesos en búsqueda de soluciones. Tenemos política y políticos de argumentario. Cada cual hace de su discurso una trinchera inamovible desde la que lanzar solo dos ideas, lo buenos que son ellos, lo malos que son los demás. Como producto de todo esto llegamos a la triste conclusión de que los grandes perjudicados somos los ciudadanos, víctimas de la inacción por luchas partidistas, de los continuos cambios legislativos en asuntos de vital importancia y de necesario consenso o de la política de tierra quemada. En Jaén, por desgracia para nosotros, ejemplos sobran.

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