martes, 8 de octubre de 2013

AMARILLO CADÁVER



Es una triste tendencia que se está consolidando, el espectáculo que muchos medios de comunicación, especialmente cadenas de televisión, hacen de los sucesos que tienen lugar en España. Me refiero en concreto al crimen que a finales de septiembre puso fin a la vida de una niña de 12 años de edad, de Asunta Basterra Porto.

Desde que fue descubierto el cadáver de la niña, una hemorragia informativa a pleno caudal copa no sólo los informativos, cosa que hasta cierto punto, podría tener cierto sentido atendiendo a la gravedad del crimen. Lo que ya no es tan razonable, ni mucho menos prudente, es el amarillismo que practican estas televisiones, que aprovechando el supuesto tirón mediático que pueda tener un suceso de esta aflicción y desdicha, hacen un auténtico circo de un caso, que en mi opinión, no debería de pasar del espacio dado a la noticia sin más.

Sin embargo, la ética, el autocontrol y la prudencia que cabría esperar en la conducta de estos medios en el tratamiento informativo de semejantes casos de vergüenza para el género humano, son aparcados en aras a auténticas batallas televisivas encaminadas a captar la expectación más morbosa y visceral del público. Este amarillismo se encarna a través de los programas especiales en que se disecciona y desmenuza hasta el último detalle del suceso, para lo cual, no se escatima en tertulianos, expertos, reporteros y testimonios, y si además de todo ello situamos el programa de marras en "prime time", pues mejor. El tétrico circo abre su función, el debate estalla, cada cual emite su opinión muchas veces sustentada en la simple discrecionalidad o parecer que en ese momento se le antoja. El caso, en muchas ocasiones, trasciende del recinto reservado al suceso para trasladarse al debate público. La necesidad de reformar el código penal, la ley del menor, la función de los jueces y tribunales, etc.

Pero cuando esto se ha exprimido hasta la extenuación y el agotamiento, y va perdiendo interés, y lo que es peor, audiencia, todo se olvida y desaparece ¿Todo? No, todo no. Porque el muerto, muerto sigue y la familia permanecerá rota y marcada de por vida. De esta forma, lo que antes de ayer se llamó crimen de Alcàsser y ayer Sandra Palo, Marta del Castillo o Ruth y José, hoy se llama Asunta Basterra, y mañana; visto el éxito de la fórmula, se llamará, por desgracia, de otra manera.

En cualquier caso, no debemos pensar que estos casos de mala educación, en que concurren la culpa de televisiones ávidas de audiencia y espectadores buscando entretenimiento a cualquier precio, nos resultará gratis o inocuo. La triste consecuencia es el endurecimiento de los corazones y el embrutecimiento e insensibilidad de aquellos que no reparan en lo pernicioso que resulta la banalización de la muerte y el sufrimiento de la persona.

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