lunes, 20 de julio de 2015

CALORES



Cada vez tengo más claro que el verano está hecho para los ricos. Para empezar, porque los menos pudientes, si acaso, tenemos vacaciones, pero los ricos veranean. Nótese la importantísima diferencia entre ambos conceptos. Y ahí reside el problema. El que veranea se lo encuentra todo hecho: la casa, la ropa, el desplazamiento, absolutamente todo. Sin embargo, el que se va de vacaciones debe de soportar una serie de briegas, que decimos en Jaén, que a mí por lo menos me hacen plantearme año a año la necesidad de pasar por tanta fatiga para descansar un rato. Lo que viene llamándose una victoria pírrica. Empezando por el cuadre de fechas, si vamos acompañados; siguiendo por la elección del destino, el encuentro de un hospedaje que aúne calidad y precio, las maletas, los chismes, la gasolina, el coche… trastos varios que cuando uno llega hay que guardar y ordenar, y cuando uno sale, hay que recoger y volver a meter en el coche para luego, volverlos a reponer a su sitio en la casa. Pero es que, además, si el destino es la playa, tenemos garantizado (en especial el género masculino) un paseo diario, que lo es doble o cuádruple, con los trastos propios. Sillas, sombrillas, toallas, etc. Llega un punto en que a uno bien le podría dar por rebuznar.

Sin embargo, la alternativa es quedarse en Jaén, que convendrán conmigo, también tiene lo suyo. Estas noches a casi cuarenta grados propician seguramente un aluvión de gente piadosa que a la mañana siguiente vaya a limpiarse en la iglesia del pecado mortal de la blasfemia mediante la confesión. Porque cuando uno está ya en cueros vivos encima de la cama, y aún así no hay forma de pegar ojo y el descanso es una quimera imposible, el carácter empeora notablemente. Hubiera estado bien lo del parque acuático en Jaén, pero hasta la fecha habrá que conformarse con orillarse como "lagartos" que somos en las proximidades del chilanco del bulevar. Que sin embargo, debe de ser de las pocas fuentes de agua que a estas horas estén funcionando en Jaén. Pero claro, es en estos trances estivales cuando todos los años me acuerdo de unas palabras que escucharon estos oídos que se han de comer los gusanos, de boca de cierto político municipal, que dijo que para qué un parque acuático cuando todo el mundo tiene un piso en la playa. Pero eso más que calores, son calenturas.



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