lunes, 16 de marzo de 2015

ALDEANO KANE



El aldeanismo, uno de los peores males que aquejan a la Piel de Toro, ha tenido uno de sus últimos episodios de bochorno en las palabras del Delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz. No quiero que a Andalucía se la mande desde Cataluña ni que su futuro lo decida un político que se llama Albert (sic). Estas son las palabras con la que se despachó el miembro del PP Andaluz acerca de la expansión española del partido que comanda Albert Rivera y que concurre a las elecciones andaluzas. Tan desacertadas declaraciones no hacen sino incidir en dos cosas. La primera, el miedo que les produce Ciudadanos a los partidos que como el PP, ven amenazadas sus posiciones por esta nueva formación. La segunda, y más grave, es ese aldeanismo anteriormente aludido, la pequeñez de las mentes de políticos que, como Antonio Sanz, son incapaces de concebir la existencia de vida inteligente más allá de la cerca de la corrala donde se hayan sus pesebres. Maquetos y charnegos llaman despectivamente vascos y catalanes a los que proceden de otras regiones de España y no hablan vascuence o catalán. Cuántas veces nos hemos quejado y dolido en Andalucía por el desprecio al que nos vemos sometidos por políticos de allende Despeñaperros y que tan gratuitamente insultan cuando no vejan o difaman al andaluz. Ahora tenemos a nuestros propios inquisidores de peineta y bata de cola que fiscalizarán el nivel de rebujito en el Rh de la sangre andalusí. Curioso momento también para señalar tales particularidades en función del lugar de nacimiento siendo que en Andalucía ya han gobernado el ceutí Chaves y el madrileño José Antonio Griñán. No digamos ya de la universalidad de andaluces ilustrísimos que desde hace cientos de años han sobresalido en la historia. Conviene, visto el caso, agradecer a los emperadores Calígula o Nerón no haber puesto reparo alguno al filósofo y político Séneca para llegar a tan altas magistraturas por ser cordobés. Quizá convenga también excusarse por, siendo andaluz, preferir oír cantar a Montserrat Caballé antes que escuchar un chiste de Pepito El Caja. Y esta estrechez de espíritu, esta miseria intelectual que es el aldeanismo, de resultados tan pobres y escurridos, vemos, conduce irrevocablemente a la inanidad y el ridículo.

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