martes, 5 de noviembre de 2013

JUAN JOSÉ



Fue en el plenario municipal celebrado el pasado jueves, cuando una voz, envuelta en la vehemencia de la que se sirve la razón cuando arrolla impetuosa como un torrente desbocado, resonó en el salón de plenos del Ayuntamiento de Jaén. Cuando me quise dar cuenta, absorto como estaba presenciando este testimonio in situ, habría podido asentir con mi cabeza del orden de diez veces, aquel hombre estaba diciendo la verdad. En su intervención no interrumpió la sesión, no alzó entretanto voz o cartel alguno reivindicando su causa. Se limitó estrictamente a usar el turno de palabra que para la exposición de la cuestión que le afectaba se le concedió. No hizo falta más, pues el mensaje que transmitió quedó expuesto con tal nitidez y brillantez que no fue necesario ir más allá.

Se trataba de un convecino nuestro, representante de un grupo de propietarios de las viviendas conocidas como “Las Protegidas”. Este buen hombre, se quejaba de la difícil situación por la que estaban pasando estos vecinos. Expuso, como conocemos, que cuando los propietarios tenían ya avanzado el acuerdo con las constructoras para la rehabilitación de sus viviendas, en situación de evidente deterioro por el transcurso del tiempo, la Junta de Andalucía frustró sus expectativas al declararlas bien de interés cultural. Las facultades de los propietarios en cuanto a la libre disposición de sus viviendas se vio entonces limitada por esta catalogación. A cambio, la Junta de Andalucía se comprometió a acometer las obras precisas para la rehabilitación de los inmuebles, pero diez años después, una década, los vecinos siguen sin una solución que ponga fin a estos problemas de deterioro, que según dijo, propician ya derrumbamientos parciales e incluso amenaza de ruina. Se preguntaba nuestro vecino si había que esperar a que sucediese alguna desgracia para que se produjera una efectiva intervención por parte de las distintas administraciones implicadas. Pidió el apoyo de los distintos grupos con representación institucional en el Ayuntamiento, y especialmente, el compromiso de la oposición en el Consistorio, que es a su vez gobierno en la Junta. Sin embargo, en su discurso no hubo lugar para la guerra partidista.

Todo ello lo hizo con firmeza en su exposición, pero con tal exquisitez en las formas que nada reprochable cabría achacarle tanto en estas, como en el fondo de su intervención ante el pleno. Pero fue ya de sobresaliente, cuando en la coda de su alocución, dijo haber estado presente en la sesión desde las ocho de la mañana (siendo que él intervino sobre las seis de la tarde) y que era la primera vez, aunque seguramente sería la última, que acudiría como público al plenario, pues según comentó, le producía vergüenza ajena el ver cómo punto tras punto los distintos grupos eran incapaces de solventar lo que a la postre eran problemas de los giennenses, sin previamente haberse dedicado mutuamente una buena ración de reproches y culpas. El silencio entre los ediles fue general.

Termino esta carta repitiendo lo que tuve ocasión de decirle a nuestro vecino, Juan José, pues es su nombre, tras preguntarle por este la concejala de IU en su respuesta. Enhorabuena, ha dicho usted lo que todos pensamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario