martes, 24 de septiembre de 2013

EL REY



Hoy martes es la fecha en que vuelven a operar al Rey para corregir los problemas de movilidad que viene padeciendo en los últimos años. Es patente el deterioro que ha sufrido en su salud durante este tiempo, todo lo cual ha abierto el debate sobre su sucesión, que ha venido además reforzado por las abdicaciones que han propiciado el cambio en las coronas belga y holandesa.

En esta controversia son distintas las opiniones sobre la postura que debería de adoptar el monarca dada la fragilidad de su estado de salud. Desde los que defienden la continuidad en el trono de Don Juan Carlos, pasando por aquellos que verían con buenos ojos una abdicación en favor de Don Felipe, hasta los que propugnan la conveniencia de un cambio en la forma de Estado hacia la república.

A mi modo de ver, todas las posiciones anteriormente enunciadas, tienen fundamentación suficiente para defender el contenido de sus razonamientos.

Aquellos que defienden la permanencia del Rey en sus funciones tienen a su favor la actual coyuntura de España. Nos encontramos en unas crisis económica y política severas, en que desempleo, recortes sociales y subidas de impuestos, han hecho arreciar un descontento popular generalizado. De otra parte la corrupción tampoco ayuda a dar estabilidad a un sistema cada vez más cuestionado. Para remate de males, la amenaza de secesión en Cataluña obliga a extremar la precaución en cuanto a cualquier tipo de cambios en estos estratos. Por otra parte, los achaques que aquejan al Rey en nada empecen una labor de dirección sobre los asuntos que le competen. No se haya impedido hasta el punto en que su papel pudiera estar comprometido por su enfermedad. Todo esto, unido a las dos experiencias republicanas en España, de turbulento transcurso y peor final, hacen poco prudente el relevo de Don Juan Carlos.

Los que defienden una abdicación del Rey en el Príncipe no vienen a romper con la monarquía, sino a reforzarla, pues la institución se mantiene, y lo haría con un rey al que se le presume una preparación idónea en su futuro desempeño. Además viene avalado por la experiencia que en su posición como príncipe ha venido desarrollando y preparando para cuando la sucesión llegue a término. La renuncia supondría también un punto y aparte en los líos personales y familiares (Urdangarín) que tanto daño han hecho a la imagen hasta hace poco, sin mácula, del Rey y de la monarquía en España.

Y es en este último punto donde más fuerza hacen los que validan la república, la de los escándalos que afectan al Rey y su familia, si bien creo que se equivocan en cuanto al planteamiento. Sin embargo, esta última vía parece la de posibilidades más remotas.

En cualquier caso, como conclusión, lo que necesita España hoy en día es una jefatura de Estado, que con independencia de la persona que la encarne, sepa procurar a la nación la estabilidad y, al mismo tiempo, promover las reformas políticas que tanto necesita.

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