miércoles, 5 de noviembre de 2014

NI TRUCO NI TRATO



Frente a este dilema planteado por niños disfrazados de vampiros, brujas, fantasmas y demás personajes de pesadilla en el día de todos los santos, no es necesario agriar el gesto ni descomponerse en mohínes groseros motivados por la reciente importación de una fiesta anglosajona sin raigambre alguna en nuestro acervo cultural.

Más bien al contrario, quienes pensamos que la tradición propia es un bien a proteger y continuar, deberíamos empezar por preocuparnos en hacer pedagogía para defender nuestras costumbres. En primer lugar debemos comprender que la sustitución del día de todos los santos por Halloween tiene su causa en folclorizar la fe, reduciéndola a mero hábito anecdótico ¿Qué más da cambiar los buñuelos y los huesos de santo por el truco o trato si el problema raíz es que hemos olvidado que el día de todos los santos tiene su razón de ser en la fe cristiana? Cuando banalizamos la fe achicándola a la teatralización de la parafernalia que lleva aparejada, olvidando el fondo de la celebración y el significado último de la misma, sucede que la endeblez en el credo no resiste la seducción con que Halloween nos es inoculado con fruición por televisión, películas y demás propaganda del “Imperio” que diría el fallecido Hugo Chávez.

Hecha esta apreciación, desde el punto de vista del no creyente, tampoco debe olvidarse la contradicción existente entre la celebración de Halloween en nuestro país, con el rechazo generalizado a constituirnos en una sociedad materialista, pues Halloween, no lo obviemos, debe en gran medida su implantación a motivos puramente comerciales. De otra parte denota un complejo de subordinación cultural, que entiende lo extraño como moderno y lo propio como antiguo o desfasado, porque dicho sea de paso, no es la fiesta de los vampiros, las brujas y los fantasmas la única celebración extraña que al socaire de los tiempos viene a invadir aquella “España, evangelizadora de la mitad del orbe, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio” que diría Menéndez Pelayo. El también anglosajón día de San Valentín y su almibarado festejo está ya firmemente consolidado en nuestro calendario.

En cualquier caso todo haz tiene su envés y sin ir más lejos, hace poco que caló poderosamente entre la gente el descolgar en los balcones de las casas por Navidad la imagen, en paño, del niño Jesús. A ver si para el año que viene hay más suerte.

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