martes, 1 de julio de 2014

MALO CONOCIDO



Afirma el muy sabio y variado refranero español que “más vale malo conocido que bueno por conocer” y que “más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena”. Ambos asertos, verdades universales para nada exageradas y contrastadas por el infalible filtro de la experiencia pueden extrapolarse sin problema alguno al plano internacional imperante en nuestros días.

Centrémonos en el caso de Iraq. El malo conocido era Saddam Hussein. Lejos de mí justificar en lo más mínimo las barbaridades y desmanes cometidos durante su dictadura. Pero desde que en marzo de 2003, los EE.UU. con Bush al frente del séptimo de caballería derrocaron el régimen por la fuerza so pretexto de unas inexistentes armas de destrucción masiva; la insurgencia y el terrorismo de corte islamista, se hallaban hasta entonces controlados y sujetados por el gobierno de Saddam. Hasta cierto punto, minorías como la cristiana, gozaban de cierta libertad para profesar pacíficamente su fe. A día de hoy, con el “bueno por conocer”, el actual gobierno iraquí, producto de la democracia que fue implantada allí por la fuerza de las armas, ha propiciado que la sangre anegue las calles de Iraq en multitud de atentados que se suceden a diario. En definitiva, un fracaso debido a la imposición forzosa de un orden, el occidental, en un país con múltiples variables entre las que se encuentran las disputas religiosas y violentas entre chiíes y suníes, que están desangrando entre el terror millares de vidas en aquella región. Lo mismo puede decirse de la Libia de Gadafi donde hoy impera la ley islámica o de la Siria de Bashar al-Asad, en plena guerra civil.

De esta forma seguimos con la segunda de las afirmaciones, “más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena”. Cuando en 1808 las tropas napoleónicas invadieron España, se puso fin igualmente a un régimen, el de Fernando VII, en el que el absolutismo cercenaba de plano los derechos fundamentales y las libertades públicas. ¿Cabría por tanto esperarse una acogida favorable del nuevo rey José I Bonaparte, “Pepe Botella” para el jacarandoso pueblo español? No, la imposición por la fuerza de este orden en España, supuso el efecto contrario. Levantado el pueblo español en armas contra el francés y expulsados del territorio patrio, el lema “¡vivan las caenas!” es acuñado por los absolutistas españoles en 1814 cuando, en la vuelta del destierro del Rey Felón, se escenifica un recibimiento popular en el que se desengancharon los caballos de su carroza, que fueron sustituidos por personas del pueblo que tiraron de ella. Encantados por tanto de ser vasallos de tan indigno señor.

Por más que estas situaciones puedan parecernos una barbaridad, cada pueblo tiene sus particularidades y sensibilidades, y aquello que desde nuestro punto de vista nos parece lo mejor, no tiene por qué serlo para los demás. Aunque deseemos para todo el orbe un régimen de libertades políticas como el occidental, no siempre es posible ni aconsejable su extensión. Pero sobre todo se ha de ser muy cauto, pues lo que se impone por las armas, recibe siempre su igual contestación.

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