viernes, 14 de junio de 2013

LA HERENCIA RECIBIDA



En estos seis años de travesía por el desierto en que la crisis económica y sus inmisericordes efectos han venido protagonizando el periódico de la mañana, el telediario de la tarde y el programa de radio de la noche, han sido muchas las explicaciones y justificaciones presentadas por políticos y administraciones para tratar de enjugar en lo posible su gestión. Quizá una de las más utilizadas haya sido la cita a “la herencia recibida”. Es decir, cuando se excusan en los problemas que asumen de un equipo de gobierno anterior. De eso quiero tratar en estas líneas. La alusión a esa “herencia recibida” es indistinta de la adscripción política del gobernante del que provenga. Ante el uso y abuso que administraciones y políticos hacen de esta disculpa hay que contestar que nadie obligó a los que ahora se quejan de sus predecesores a presentarse a unas elecciones o a postularse para el puesto de dirección política que ahora ostentan, y muchos menos a mantenerlo. Muy al contrario, los electores que depositaron su confianza y su voto en los que ahora tienen la responsabilidad -repito, libremente asumida- de gestionar la administración encomendada, eligieron esa opción porque en tiempo de campaña electoral les fueron prometidas las soluciones que ahora en justicia demandan. Nadie concurre a unas elecciones con la sola promesa de despotricar constantemente de su predecesor en el cargo. Por otra parte, ¿qué mérito tiene gestionar una administración pública cuando todo va bien? ¿Acaso el buen político huye de los problemas que se le plantean? Cualquiera es válido para ser alcalde, Presidente del Gobierno, etc. y no hacer absolutamente nada amparándose en lo hecho o recibido de otros. Es fácil llegar al poder, “cerrar el grifo” y que pase el tiempo, y si alguien advierte del deterioro en que desemboca todo… ¡Ah!, mire usted, la culpa no es mía sino del que estuvo antes porque despilfarró y lo hizo fatal. Pues no, en esto no consiste la vocación de servicio público, y si nada puede hacerse entonces, mejor irse. El buen cocinero, con menos, es capaz de hacer unas lentejas que saben a gloria. El buen maestro es el que consigue que sus alumnos, los aplicados y los que no lo son tanto, saquen adelante su curso. Así, parafraseando estos ejemplos, el hacer del buen político en tiempo de zozobra económica no es escudarse en errores ajenos y pasados, sino en ser capaz de captar inversiones, mantener las calles limpias o los servicios públicos funcionando, de mitigar el desempleo, de preservar, a fin de cuentas, un estado de las cosas que se corresponda con la gestión que como servidor público se le exige. Por el contrario y desgraciadamente, en Jaén estamos acostumbrados a que políticos de un partido y otro se culpen mutuamente de los males que aquejan a nuestra querida ciudad, a nuestra querida provincia, y que todo siga igual, en total parálisis. ¿Para cuándo unos políticos capaces de superar ese discurso facilón y perjudicial para nuestros intereses? Simplemente para cuando cobremos consciencia de que eso está en nuestra mano.

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