lunes, 27 de junio de 2016

MAL DE MUCHOS



España no es, ni muchísimo menos, rara avis en cuanto a la elección y calidad de los políticos que la señorean. El que piense que esta situación generalizada de descontento con la clase política es cosa particular de la piel de toro es que no ha reparado en las habas que cuecen en casa ajena, cazuelas. Lo del referéndum en Reino Unido sobre la permanencia en la Unión Europea que ha terminado con un estruendoso desbarajuste que ha puesto patas arriba a Europa entera, lo refrenda.Y no ya Europa, sino el mismo Reino Unido que ahora más que nunca ve fuertemente amenazada su propia integridad territorial con el despegue del independentismo escocés y de Irlanda del Norte. Su primer ministro, David Cameron, va a pasar a la historia como el gobernante que, en términos llanos, metió la pata hasta el corvejón al convocar el dichoso referéndum. Conste que soy el primero en denunciar la poca calidad de la actual Unión Europea, pero de ahí a lo que ha sucedido media un mundo.
A día de hoy triunfan en todo el orbe los políticos que ya de antemano se ve que la van a liar. Si no, vayámonos preparándonos ante la que puede ser la llegada a la presidencia de la primera potencia mundial de todo un Donald Trump. Rico en dinero y en barbaridades que salen de su boca. Pero la gente los vota. Igual que aquí votamos a los corruptos con toda tranquilidad, en EE.UU. van a votar a un personaje que no sabe ni peinarse la cabeza, como si esa fuera su falta más censurable. Qué decir de un Nicolás Maduro que tiene sumida a Venezuela en la ruina y en una falta de libertad casi total. En Italia ha gobernado durante muchísimos años un tal Silvio Berlusconi, que además de tildar de feministas y comunistas a algunas juezas que le pedían cuentas por sus excesos, le miraba el trasero descaradamente a la presidenta de Dinamarca en una cumbre Europea. ¿Y es que nuestros admirados alemanes son mejores? No lo son, porque la austeridad es una virtud, pero como todo, cuando se lleva a su extremo se convierte en un problema. Que se lo pregunten a los pobres griegos y el porqué del ascenso de Syriza en el país heleno.

En definitivas cuentas, el mundo, revuelto por demás y con su ejemplo, no dejará de excusar que España vote corrupción y se paseé algún que otro greñudo por el Congreso.

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