lunes, 20 de junio de 2016

EL GORRILLA DE AYAMONTE



Hasta el veintiséis de junio doscientos euros de descuento en la instalación de la alarma de seguridad en su casa ¡corra a comprarla! ¡no vayan a entrarle los ladrones y se la desvalijen! Se imagina usted, en su casa, con su familia, tan tranquilitos, echando la siesta… ¡y que de repente entre una banda de manilargos! ¡Qué susto Dios mío! Sepa además que si no compra la alarma, ni se quiere usted, ni quiere a los suyos. ¿Se la va a jugar por cuatro duros, alma de cántaro? Pues fíjense si en el PP tienen que vender alarmas de aquí hasta el 26 de junio… no vaya a ser que venga “el populismo”, que retornen los manirrotos, o que “los que vienen a la política sin aprender de casa” se nos cuelen. Pero uno se pregunta: oiga, si los que llevaban la manija antes de que viniera el populismo, pudieran retornar los manirrotos, o les hagan la competencia los novatos, eran ustedes, ¿cómo me están vendiendo ahora la alarma? ¿Quién le ha dado cuartel a todos estos elementos “indeseables”? ¿De dónde viene todo este descontento y todo este guirigay? ¿Cómo es posible? ¿No será que para vender alarmas ha de existir un riesgo, y sin riesgo no es necesaria la alarma? ¡Imaginen qué iba a ser del PP sin sus populistas! Aún más. Rajoy me recuerda a un gorrilla de Ayamonte: “jefe, dame veinte duros que al coche no le pasa ná”. Ea, ya me está apretando el gorrilla. ¿Qué hago? ¿Le doy los veinte duros y así no le pasa nada al coche, o me voy y me lo puedo encontrar con las cuatro ruedas rajadas? Pues le doy los veinte duros al gorrilla no vaya a pasar nada. Pero lo suyo es no dar lugar a que ahí pase “ná” y así no hace falta gorrilla.

Bien sé que el populista, el manirroto y el novato entrañan su riesgo y no poco, pero ¿y el que ha dado lugar al nacimiento de estos? ¿no tendrá su culpa también? La tiene. Jugar con el miedo de las personas, más aún cuando tú lo has sembrado, es una mala arte que revela pobreza argumental e ideológica. Si hubiera gobierno en España a estas horas de la semana que viene, que al menos no lo haya por el miedo que han sembrado los que esperan recoger su fruto, que ya no convencen a nadie.

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