martes, 10 de junio de 2014

EL SERVICIO DE FELIPE VI



La abdicación del rey D. Juan Carlos y el cambio en la Jefatura del Estado es una de las noticias más importantes en España desde la muerte de Franco en 1975 y la consiguiente evolución del sistema político español. Era evidente que ya no estaba en las mejores condiciones para el desempeño de su cargo, la naturaleza humana se impone y las debilidades propias de la edad impiden que una tarea de esa envergadura e importancia pueda ejercerse en las condiciones que se exigen. "Es lo mejor para España", afirmó el Rey. De otra parte, tampoco debemos olvidar los problemas acaecidos en sus últimos años de reinado, por todos conocidos, y que han llegado a poner en entredicho una institución, la monarquía, que hasta la fecha gozaba de pacífica asunción por la mayoría del pueblo español. La causa republicana ha ido ganando adeptos en España en los últimos años, no solo de la izquierda política, tradicional caladero de adeptos de esta forma de Estado, sino de la derecha también.

Más allá de consideraciones sobre la conveniencia del momento de la abdicación o del debate monarquía-república, la coronación del Príncipe de Asturias como el futuro monarca Felipe VI abrirá un periodo en el que es vital que se operen grandes cambios. El sistema se halla inmerso en un momento de crisis y fuerte contestación por la sociedad española como ha quedado de manifiesto en las últimas elecciones al Parlamento Europeo, reflejando una seria desafección a los dos grandes partidos que lo han venido representando. Son varios los asuntos que reclaman rápida y decididamente la intervención del nuevo Rey. El primero de todos ellos, por lógica, debe ser atajar la amenaza que supone el separatismo para la unidad de España. No se puede ser Rey de España si no hay España, y va siendo hora de que este desvarío que supone el independentismo toque a su final. De otra parte, tampoco se puede ser monarca de una nación socialmente convulsa, que tiene motivos más que sobrados para estar descontenta, por problemas de crisis económica y de corrupción. Problemas que preocupan y mucho a los españoles como es patente. El pueblo clama por una solución en la que el nuevo monarca deberá de trabajar prioritariamente.

Entiendo, que sin una fuerte determinación en este sentido, el cambio en la Jefatura del Estado no supondrá nada, más allá de un intento de alargar en el tiempo, una estructura, la del 78, que a mi entender necesita de forma ineludible un replanteamiento parcial que satisfaga las legítimas aspiraciones de la nación española. En caso contrario sucederá con toda probabilidad la repetición del colapso que sepultó la Restauración monárquica del siglo XIX en que se produjo el agotamiento de aquél régimen por dejar de servir a los intereses de la Nación, y que cayó por su propia ineficacia para dar contestación a los problemas de la sociedad española de aquel tiempo.

Es necesario que el nuevo Rey sepa identificar y solventar con éxito estas cuestiones para impulsar un Estado, al servicio de la Nación.

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